martes, 10 de marzo de 2015

DESARROLLO SOCIAL Y MEDIO AMBIENTE

(RELACIÓN DEL HOMBRE CON SU ENTORNO A LO LARGO DE LA HISTORIA)

A lo largo de la historia de la Humanidad se ha producido una gran transformación en el comportamiento individual y en la actividad conjunta de nuestra civilización, aunque ha sido en el último siglo cuando se ha producido el cambio más dramático con un crecimiento exponencial de todos los factores.

Cuando el Hombre apareció sobre la Tierra encontró un Medio que había alcanzado su “equilibrio” después de llevar millones de años intentándolo. 
Al principio el Hombre se aprovechó de la Naturaleza únicamente tomando frutos de los árboles o cazando lo necesario para comer, surgió la  necesidad de agruparse para La Caza y para las luchas (por la co

mida y por el territorio) por lo que pronto comenzó a vivir en concentraciones locales que necesitaban el soporte exterior para su supervivencia, la materia y la energía fueron extraídos de los parajes vecinos que al principio no experimentaron con ello deterioro alguno, los productos finales eran devueltos al medio. Pronto este equilibrio comenzaría a romperse cuando el Hombre comenzó a cultivar su propia Tierra, y así surgieron los Imperios Agrarios (Mesopotamia y Valle del Nilo), que actualmente son prácticamente desérticos debido a la sobre explotación.

Posteriormente los Romanos debido a las conquistas para la expansión territorial y la búsqueda de alimentos, sobre todo el trigo, introdujeron especies nuevas en los territorios conquistados entre los que se incluye la Península Ibérica (por ejemplo el castaño como base de alimentación de las tropas y pan de la Plebe), por lo que la Naturaleza no permanece ajena  a los cambios que se producen.

Los Musulmanes (S XI-XV) también introdujeron especies nuevas de plantas y animales (frutales, caña de azúcar, algodón, olivo. Ginetas y meloncillos). Los regadíos intensivos, el crecimiento demográfico y el desarrollo de las ciudades transforman sin ninguna duda el paisaje del País.
Es fácil entender que el desarrollo de las ciudades obliga a aumentar el ritmo de explotación de los recursos naturales de una manera que la península no conocía  desde el tiempo de los Romanos.



La tecnología hidráulica que traen los musulmanes tiene mucho que ver con la intensificación productiva, lo que permite el despegue demográfico y urbano. La utilización de relojes de agua (Clepsidras) para medir los tiempos de riego, da idea de la importancia del agua, considerada ya en tiempos como un recurso de gran valor.
En aquella época los bosques no resultaban beneficiosos para la guerra (emboscada viene de bosque) por lo que se talaron y quemaron indiscriminadamente; por otro lado el desplazamiento de miles de refugiados obliga a transformar nuevas tierras de su estado natural para ponerlas en cultivo.
Se rotura la tierra, prolifera el ganado (ovejas y cabras) y los bosques retroceden.
Los montes arbolados se convierten en un recurso escaso y así lo podemos comprobar por la abundante legislación de la época dedicada a acotar sus límites y a regular su aprovechamiento.

En el siglo XIII (1273) Alfonso X crea La Mesta para la explotación de las ovejas Merinas, fue entonces cuando se creó todo el sistema de Cañadas Reales por los que se movían millones de ovejas, que producían menos impacto que las roturaciones para cultivos y conservaban los bosques de forma adehesada.
La forma de explotación medieval termina por agostar la Tierra y el sistema de producción se hace insostenible a esto se le puede añadir las nuevas enfermedades así como el fenómeno conocido como “La pequeña edad glacial” lo que permitió una pequeña recuperación de la naturaleza.

Posteriormente con el descubrimiento de América vuelve a cambiar la relación Hombre-entorno. El envío de suministros a las nuevas colonias así como la fabricación de barcos para viajar al nuevo Mundo son un nuevo varapalo para la naturaleza de la Península. Por otro lado durante ésta época llegan nuevos vegetales (maíz, alubias, tabaco, tomate, café, patata o cacao). Como consecuencia aumenta muchísimo la población, con el consecuente deterioro de los bosques, ante esta situación los gobernantes comienzan a preocuparse por protegerlos y restaurarlos, aunque no siempre con éxito. 

Carlos I (1518) ordena a las autoridades locales a repoblar las masas forestales incluidas las riberas de los ríos. Fernando VI (1748)  dicta la “Real Ordenanza para el aumento y conservación de Montes y Plantíos” una ley forestal que abarca repoblaciones, semilleros y viveros comunes, crea la figura del guardia de monte y establece penas para quienes causen daños graves a los bosques.
Carlos III (1761) presenta interés por estudiar y clasificar la naturaleza. Crea el Museo de Ciencias Naturales y el Jardín Botánico. En este siglo aparte del creciente interés por la naturaleza, el incremento notable de la población obliga, de nuevo, a roturar nuevas tierras, de mala calidad que son abandonadas en poco tiempo acelerando la erosión, se desecan humedales para el cultivo. La utilización de animales de tiro para el transporte  y el crecimiento de la cabaña ganadera aumenta el consumo de pastos y cereales además de agua, leña, etc. Aumenta la superficie dedicada a la agricultura, pero los rendimientos se habían reducido a la mitad, el suelo ya no podía producir más con la tecnología disponible y la erosión se estaba convirtiendo en un problema (sequías, inundaciones, etc). El modelo socioecológico preindustrial había llegado a su fin planteando así un nuevo escenario para el siglo venidero.

Durante el siglo XIX con la llegada de la Revolución Industrial se produce el “Divorcio” del Hombre y la Naturaleza. El modelo socioecológico basado en la energía solar (procedente directamente del sol, no a través de paneles solares) da paso al modelo basado en la utilización de combustibles fósiles sobre todo carbón. En este nuevo siglo entran fábricas, fertilizantes agrícolas, ferrocarril, acero, calefacción, agua corriente y luz eléctrica.
Las mejoras en la sanidad y en la alimentación hacen que la población crezca de un modo increíble hasta ese momento, esto produce un círculo vicioso, más habitantes, más necesidad de alimentos, así la superficie cultivada no deja de aumentar. Durante el reinado de Isabel II (1855) comenzó la tercera desamortización, se subastaron fincas rústicas y urbanas que se talarían y roturarían con lo que la solución a los problemas del campo se convertiría en una de las peores decisiones en cuestión ambiental.

Durante el siglo XX, el ritmo de crecimiento demográfico, urbano industrial y de telecomunicaciones ha sido de forma acelerada.
El riesgo de extinción de especies es muy elevado, sobre todo por la reducción de sus habitats naturales.
El acelerado desarrollo económico, relacionado sobre todo con el transporte y la movilidad nos pasa factura, teniendo graves costes económicos, sociales y ambientales. Los motores de gasolina han sustituido a las máquinas de vapor, el consumo de petróleo es masivo, la producción y consumo de electricidad abundante, y se generaliza el uso de las telecomunicaciones. El aumento masivo de población, genera ciudades cada vez más grandes con gran demanda de recursos y gran producción de residuos.
El Hombre piensa que puede manejar la naturaleza a su antojo, construcción de presas y repoblaciones forestales con especies foráneas (País Vasco repoblaciones con Pino de Monterrey).
Con el éxodo rural a las grandes ciudades y nuevos modelos de ganadería intensiva se produce el declive de las razas autóctonas, marismas convertidas en arrozales, repoblaciones con coníferas de rápido crecimiento y propensas al incendio forestal, extracción de aguas subterráneas. Sin dejarnos atrás la contaminación de las aguas, suelo y atmósfera. Las ciudades se han convertido en el soporte de la vida del hombre y deben aportar la mayor calidad posible a su desarrollo físico, psicológico y sociológico. La mayoría tienen un modelo central donde se concentran las actividades (comercio, banca, culturales, sociales, etc) y una periferia donde vive la mayoría de los habitantes. La ciudad aporta “mejor educación, cuidados sanitarios, oportunidades de empleo, niveles de ingresos superiores” lo que es un atractivo para la mayoría de la población.
La mayor parte del desarrollo de la Humanidad tiene lugar en las ciudades, pero  todo esto conlleva un enorme deterioro del ecosistema global y del Medio Ambiente.
Si se orienta el sistema a la perfecta ciudad sostenible sin tener en cuenta el sostenimiento social, no se consigue nada. Para conseguir el sostenimiento social se debe orientar el esfuerzo  a los siguientes objetivos:

  • Creación de entornos con menor presión ambiental que la ciudad para desarrollar sus beneficios psicológicos y sociológicos
  • Provisión de contacto diario con la naturaleza y creación de espacios públicos de relación en condiciones de seguridad y convivencia
  • Promoción de las formas de transporte alternativo en la vida diaria
  • Integración de desarrollo de sistemas de transporte que garanticen igualdad de acceso a la ciudad.
  • Creación de centros de usos múltiples para desarrollar la variedad urbana
  • Desarrollo de variedad de soportes para las múltiples modos de vida, relaciones, culturales.
  • Distribución de las facilidades culturales, sociales y comerciales.


  Evitar la destrucción de la Naturaleza está en nuestras manos.